La acupuntura es algo que me llamaba la atención desde hacía años. A
los 11 comencé a interesarme por el chino, de ahí al japonés y a las
culturas orientales en general. Eso incluye no solo sus idiomas -que
eran, sin duda, lo que más me llamaba la atención-, sino también sus
terapias, puesto que mi interés en la sanidad podría decirse que ha sido
una constante (o al menos casi siempre) en mi vida.
Junto
con la acupuntura, me interesé en otras terapias naturales o por lo
menos de enfoque holístico, como son la reflexoterapia, la
auriculoterapia y el masaje como medio de curación. Tal es así en el
último de los casos que escogí como segunda opción de carrera
Fisioterapia, y que aún hoy continúo aprendiendo lo que puedo sobre
masaje, en el limitado tiempo libre que una carrera tan exigente como
Medicina me deja.
Al principio me mostré
bastante creyente en la eficacia de tales terapias. Busqué apuntes,
artículos y libros, creyendo poder encontrar en ellos pruebas de la
misma. Con el tiempo, fui entrando más y más en el mundo de la ciencia,
conociendo el método científico, ese que pese a sus limitaciones nos ha
permitido dar un salto enorme desde que comenzamos a ser capaces de
crear fuego a partir del rozamiento de dos piedras. Y esto me abrió la
mente. Yo quería creer, quería creer que la acupuntura, al igual que la
reflexoterapia (pues fueron estas dos las que más captaron mi atención
de entre las terapias varias sobre las que leí), tenía fundamento y
funcionaba; pero para ello, necesitaba pruebas. Porque aunque es cierto
que la experiencia es fuente de conocimiento, esta es excesivamente
dependiente de la subjetividad y de nuestros deseos, y muchas veces
vemos lo que queremos ver, y no lo que de verdad es.
Y
no es culpa de nosotros, en realidad. Nuestro cerebro está estructurado
de forma que podamos sobrevivir, y el recordar y establecer relaciones
causales entre los hechos que vivimos nos ha permitido llegar a día de
hoy, en vez de extinguirnos. Pero ahora
que tenemos estos conocimientos no podemos seguir basándonos únicamente
en la experiencia propia, en los "a mí me funciona". Necesitamos más,
porque la salud es un tema muy serio y muy importante, y no se puede
jugar con ella simplemente porque uno crea que algo es lo mejor. Llega
un momento en que uno debe estar seguro de que lo que le está
recomendando a su paciente es adecuado, y ahí es donde entra el método
científico: yo anoto mi experiencia, cómo fue que la obtuve y cómo creo
que podría explicarse, y la comparto con más gente interesada en el
tema. Esas otras personas pueden volver a repetir lo que yo, o idear
experimentos mejores, y anotar sus conclusiones. A partir de la
experiencia de mucha gente, uno puede estar seguro -dentro de un
intervalo de probabilidades- de que lo que le está diciendo a su
paciente es cierto, o por lo menos de que hay pruebas de que lo es
(es el gran problema del método científico: nunca se puede estar seguro
de nada, porque el conocimiento es cambiante; a la vez, es su mejor
baza, puesto que no hay dogmas, solo teorías con mayor o menor
fundamento, lo que permite evolucionar).
Ahí es
donde entré en conflicto con estas terapias. Para la acupuntura pude
encontrar algunas bases fisiológicas, pero para la reflexoterapia no.
Por más que buscara, si me encontraba con artículos científicos, estos
estaban publicados en revistas de dudosa rigurosidad (sé bien que el
sistema de revistas y factores de impacto no es perfecto, pero hay
revistas que huelen a pseudociencia a kilómetros de distancia), o bien
llegaban a conclusiones desmedidas para los resultados obtenidos tras
unos métodos en múltiples ocasiones cuestionables.
Pero la acupuntura, pese a que parece
tener ciertas bases a nivel fisiológico, tampoco puede ser aceptada
como ciencia. Vale que parezca actuar sobre la puerta del dolor en el
asta dorsal de la médula, pero de ahí a decir que hay una "energía" que
fluye por unos canales inexistentes físicamente y que cuando esa energía
circula mal o se para viene la enfermedad, hay un trecho, pero un
trecho bien gordo. Por eso no puedo creer en la acupuntura, porque tal y
como está enfocada es una pseudociencia.
Aún
así, cuando llegué a 3º de Medicina, escogí la asignatura optativa de
Acupuntura, porque quiera que no, me sigue interesando y sigo teniendo
la esperanza de poder aplicar la parte científica, obviando aquella que
no tiene fundamento.
El resultado ha sido que
he entrado más en detalle en su estudio, tanto la parte científicamente
contrastable como la que no lo es. Me ha gustado, me he interesado mucho
y me han llamado muchísimo la atención las relaciones que la MTC
establece entre los distintos órganos, y cómo la acupuntura trata de
arreglar los desequilibrios del cuerpo que nos provocan enfermedad. He
descubierto algunas cosas que desconocía sobre su actuación a nivel
fisiológico, y mi interés por la misma ha aumentado con respecto a antes
de escoger la asignatura. Pero sigo sin encontrar unos fundamentos
totalmente contrastables de que verdaderamente pinchando en ciertos sitios
-y no otros-, según el color de la cara del paciente o el estado de su
lengua o si tiene frío o calor, se pueden tratar diversas enfermedades.
El dolor parece que sí (insisto en el parece), pero ¿qué hay del resto?
No se puede aceptar como científica una terapia que de ciencia solo
tiene un 5%, y por ello no puedo apoyarla ni en hospitales de manera
generalizada ni como estudios obligatorios (optativos es distinto) en ninguna carrera. Además,
ya hay técnicas (como la electroterapia) que hacen uso de eso que forman
parte de la Fisioterapia, con lo que en realidad ese 5% ya está
incorporado a la "medicina científica" (si es que existe otra medicina,
en el sentido estricto de la palabra).
Me
gustaría pensar que hay más de ciencia en la acupuntura, pero
sencillamente no puedo hacer un acto de fé. Necesito pruebas, porque son
vidas lo que hay en juego en mi futura profesión. Así pues, seguiré
leyendo e interesándome, y este curso me ha servido como un empujón,
pero no apoyaré su difusión ni su uso en los hospitales hasta que hayan
pruebas de ello.
Espero que este blog te haya
gustado, lector, pues esta es la última entrada. Hemos hecho un repaso
de los conceptos más sencillos pero a la vez clave para comprender en
qué consiste la medicina tradicional china, especialmente en lo referido
a la acupuntura. Ha sido un placer escribir estas líneas -aunque haya
tenido momentos de agobio, por lo duro del 3er año de la carrera-, y
espero que saques tus propias conclusiones, estén de acuerdo con las
mías o no. Porque se trata de investigar por ti mismo, tener la mente
abierta a más posibilidades, de ver todas las cartas y decidir sin
descartar una parte de la baraja de primeras. Y esa decisión final (o
transitoria, quién sabe) ya es personal de cada uno.
Lo
importante, es tener curiosidad y tratar de vaciar la taza para
llenarla de nuevo. Tú decides si te quedas con el té rojo que acabas de
probar, o con el verde que tanto te gustaba; al fin y al cabo, es
cuestión de experimentar.
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